sábado, 16 de agosto de 2014

FANTASIAS ANIMADAS PRESENTAN...

Salió de la ducha casi sin secar, con la toalla envuelta sobre la cintura. El torso al desnudo, húmedo. Las últimas gotas recorrían su pectoral musculado y le bajaban por sus abdominales hasta el ombligo donde se perdía y volvía a surgir como el Guadiana, para acabar mojando el borde de la toalla.
Mi amiga y yo no pudimos seguir concentradas en nuestra conversación mientras lavábamos los útiles de la comida en el fregadero del cámping. El chico, que podría ser perfectamente portada de revista de modelos, se dirigió hacia nuestro lado y se plantó ante un espejo a escasos 2 metros.Curioso, pero en ese momento no escuchaba ni la respiración de mi amiga Ana. Ni tan siquiera la mía. Sólo percibía el sonido del roce de sus manos contra sus mejillas mientras se aplicaba una loción. De repente, una mirada se cruzó. Más bien una mirada se cruzó con dos. Después una sonrisa y un leve movimiento de cabeza como indicando las duchas. Ana, que siempre ha sido más espabilada que yo, lo captó enseguida, y dejando platos, vasos y cubiertos a remojo, se dirigió rauda hacia la ducha más alejada mientras no dejaba de sonreir y se iba quitando el top, mostrando al guapo desconocido su desnuda espalda.
El chico me miró y volvió a sonreir. Acto seguido andó los mismos pasos que Ana, perdiéndose en el interior de la ducha desde donde ya salia una nube de vaho. Me costó reaccionar unos instantes y para cuando llegué a la puerta de la ducha y abrí, Ana se encontraba apoyando su espalda contra el pecho de él y    gemía sin parar. El porqué de los gemidos lo supe en cuanto vi que la mano de él recorría con suavidad la entrepierna de Ana. Yo aún vestida y con la puerta abierta tuve la sensación de haber llegado tarde. Pero de repente, él me miró, me tendió la mano y me hizo pasar cerrando la puerta tras de mí. Todo lo que sucedió a continuación lo tengo en mi memoria como en fotogramas. Mi camiseta mojada por el agua de la ducha cayó al suelo sin recordar quien me la había quitado, dos manos desabrochaban el botón de mis shorts y lo deslizaban al mismo tiempo que mi tanga hasta los tobillos. Ana estaba desnuda y se arrodillo para besar el erecto pene de él, mientras él ocupaba sus manos en darme placer, llegando con sus dedos hasta el interior de mi gozo, provocándome unas sacudidas en las caderas que me hacían cerrar los ojos y dejarme llevar. Después de rozarnos, tocarnos, besarnos, acariciarnos, los tres, Ana me giró poniéndome de espaldas a ellos y me abrió las piernas mientras me introducía dos dedos con suavidad en mi húmedo tesoro. En unos instantes, los dedos salían y entrabam con facilidad, dando paso a algo que noté más grueso y largo que los propios dedos. Y me dí cuenta que él agitaba sus caderas contra las mías, con ritmo, marcando cada golpe, cada embestida. Ana de mientras me besaba y jugeteaba con los pezones, a ratos, me estimulaba el clítoris y a ratos se arrodillaba y volvía a poner aún más erecto el pene con una buena chupada.
Cambiamos de posición, intercambiamos papeles, a veces era yo la que recibía y otras la que estimulaba, pero siempre todo muy natural. No puedo asegurar cuanto tiempo pasamos bajo la ducha, pero si puedo recordar que no hubieron palabras, sólo gemidos. Y como todo lo bueno, llegó a su fin, sin cruzar miradas, sin cruzar palabras, con las piernas aún temblando y esa sensación que te deja unos buenos orgasmos. Ana y yo salimos de la ducha, con la ropa puesta pero mojadas, por fuera y por dentro, absortas como en un sueño, y tal fue de excitante nuestra experiencia que decidimos que todos los días que pasáramos en el camping, Ana y yo nos encargaríamos de lavar los platos sin rechistar.

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