domingo, 11 de marzo de 2012

LA SOMBRA DE MARTA (parte 5)

Tras intentar poner en orden mis pensamientos, caí en la cuenta que, quien fuera el que había asaltado a Mayte, podría haber lanzado su cuerpo por la ventana, para a continuación cerrar la persiana. Me acerqué tratando de no pisar el charco de sangre que se expandía y filtraba en el suelo enmoquetado. Accioné el interruptor de subida de la persiana eléctrica y con un crujir rítmico, las lamas fueron subiendo, poco a poco, dejando entrar la maravillosa luz del día que me devolvió un atisbo de esperanza, por fin podría gritar ayuda. La persiana acabó de subir, desapareciendo en el hueco de su caja. Así la maneta de la ventana y tiré bien fuerte para abrirla. Al igual que la puerta de entrada, sin éxito. El doble cristal transparente me permitió ver la calle, el mundo ajetreado ajeno a todo lo que me estaba sucediendo. Intenté mirar hacia abajo con la incertidumbre de encontrarme el cuerpo de Mayte aplastado en el suelo. No había nada, acera limpia, coches y transeúntes dedicados a sus monótonas vidas. Me escuché gritar, primero de forma débil, como impidiendo liberar mis cuerdas vocales. A continuación de forma desesperada, desgañitándome en cada SOCORRO, en cada AYUDA. Y acabando por llorar ante la impotencia de saber que nadie me oía.
Volví a girarme, dando la espalda al cruel mundo que ignoraba mi presencia, mi situación. Repasé cada rincón del salón esperando encontrar una pista que me conectará con la realidad, que me devolviera de aquella pesadilla que estaba viviendo. Vi de nuevo el charco de sangre, y me pareció raro que cada vez fuera más grande, como si brotara sangre del subsuelo. Pero lo que me llamó más la atención y en lo que no había reparado al entrar en el salón de la vivienda por primera vez, era que, colgado de la pared, encima del mueble buffet más alejado del salón, había un cuadro. Un cuadro con el retrato fotografiado de una joven atractiva, con una sonrisa maravillosa, que jugueteaba con sus dedos entrelazando los tirantes de un vestido de verano de seda lisa. Esa mujer era la viva imagen de Mayte. Esa mujer era Mayte, sin duda. Lo más extraño era que bajo el cuadro figuraba el nombre de Marta Guasch.

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