martes, 20 de marzo de 2012

LA SOMBRA DE MARTA (parte 6)

Mi mente era incapaz de ordenar el puzle que me planteaba el destino. Me encontraba en un piso de alto standing, en el barrio más caro de Barcelona, atrapado y sin salida aparentemente, en el que se había producido, casi con total seguridad, un asesinato, posiblemente de una persona que acababa de conocer esa misma mañana, pero que realmente llevaba ya un año muerta.
Seguía de pie, inmóbil, repasando las posibilidades para salir de aquella situación. Me había pellizcado en varias ocasiones como queriendo darme cuenta que no era una pesadilla, sin resultado, dolía y por lo tanto, era real. La sangre del suelo hacía rato que ya no brotaba, es más parecía como si poco a poco se fuera diluyendo, cada vez tenía menos intensidad, cada vez parecía llevar más tiempo manchando la moqueta, habiéndose secado casi por completo. Decidí que tenía que moverme, tenía que hacer algo. Durante el tiempo que había transcurrido desde mi entrada en aquel piso, caí en la cuenta que sólo había revisado salón, cocina y una parte del distribuidor, y esperanzado comencé a andar hacía otras partes de la vivienda con los ojos puestos en cada esquina, en cada puerta ,  cada ventana y cada rincón. Salí del salón y me dirigí através del pasillo distribuidor hasta la cocina. Volví a revisar la cocina y mi mirada se paró en el sobre de marmol travertino que rodeaba la isla central de trabajo, y sobre él, un taco de madera maciza que albergaba un juego de cuchillos incrustado. Sin pensarlo dos veces, mi mano asió con firmeza el de mayor dimensión, unos 25 cm de hoja afilada y reluciente, tipo hacha de cocina. Continué, con cierta sensación de seguridad que me permitió relajar los músculos, mirando en el cuarto interior de la cocina. Allí encontré otra ventana, cerrada a cal y canto. Parecía como si las hubieran sellado a conciencia. En la cocina no había ventana, ya que la renovación de aire y filtrado de humos se realizaba a través de unos conductos en el techo, tipo cocina industrial. Salí de la cocina y continué por el pasillo distribuidor llegando a la puerta cerrada de una habitación. Parapetándome en el marco y agarrando con firmeza el asa del cuchillo, abrí la puerta y miré rápidamente para volver a esconderme tras el marco con rapidez. A mis ojos les costaba asumir que les requería un esfuerzo tan grande como el que le pedía a mi mente para procesar los datos de las imágenes que captaban en décimas de segundo. Volví a repetir es vistazo rápido y logré ver una mesa escritorio con un ordenador de sobremesa, un armario estilo rústico con cortinillas en los viseles de las puertas, una silla de oficina de color negro y al fondo una especie de diván - sofá. Deduje que esa habitación es la que nos la especificaban como estudio de trabajo en las oficinas de la inmobiliaria, aunque las fotos no correspondían con exactitud de la realidad. Recordaba haber visto fotos de esa misma estancia, aunque no había ni ordenador ni silla de oficina. Tras comprobar que detrás de la puerta no había nadie, me adentré en el estudio y fui repasando todos los objetos uno por uno. Parecía raro pero sobre los muebles y decoración eché en falta la típica película de polvo que se acumulaba en las viviendas en venta y ese olor característico a habitaciones cerradas y poco ventiladas. Imaginé que alguien habia estado limpiando la vivienda antes de realizar la visita de venta. Aún con el cuchillo en la mano, me senté en la silla de oficina y comprobé el ordenador. Estaba apagado.
Repasé cables de conexión y me dí cuenta que estaba conectado mediante enrutador a conexión de red, por lo que si lograba encenderlo podía enviar un mensaje de ayuda a alguien. Me afané en poner en orden mis conocimientos de informática tratando de todas las maneras posibles arracar el ordenador, sin éxito. Me recosté sobre la silla y miré fijamente la pantalla. El cuchillo se había quedado a un lado del teclado ya que tube que utilizar ambas manos para recorrer cables y conexiones. Allí sentado, mirando el negro infinito del reflejo de la pantalla, mi subconsciente empezó a decirme que estaba perdido, que no había salida, que todo acabaría pronto y no de muy buena manera. Allí, perdido y abstraido en mis pensamientos, y con la mirada perdida en la pantalla plana de sobremesa, se me encendió, de pronto, el instinto de alarma. Habría sido mi imaginación o la traición de mi subsconciente pero en el reflejo de la pantalla había visto moverse una de las puertas del armario que estaba situado detrás de mí. Sin dejar de mirar el reflejo en la pantalla, ahora lo veía perfectamente, la puerta derecha del armario se había entreabierto, sola. Localicé el cuchillo con el rabillo del ojo a la izquierda del teclado, y de un brincó giré hacia la izquierda permitiendo que mi mano diestra afianzará el arma blanca y con el objetivo de quedar frente al armario avancé dos pasos y sin pensarlo abrí rapidamente la puerta. No había nada, nada de nada. Ni ropa ni zapatos, ni bolsos, ni complementos, ni chaquetones, ni nada. Vacio completamente. Volví a cerrar, asegurámdome de encajar ambas hojas de las puertas para no sufrir otro susto. Dejé caer los brazos y me esigne pensando que la situación me estaba haciendo perder la cabeza. Me dirigía a la puerta cuando de repente la pantalla del ordenador se encendió, emitiendo esa cálida luz azul blanquecina. Por fin un golpe de suerte. Volví sobre mis pasos y me senté de nuevo en la silla, y entonces, el azul de inicio se tornó negro, y de los negros salieron grises, pixelados, como una mala grabación de cámara de seguridad, con muy mal contraste y saturación de blancos, pero en el que lograba distinguirse la imagen... la imagen de la misma habitación en la que me encontraba, y conmigo en esa imagen sentado en la misma silla, mirando el ordenador mientras la puerta del armario se volvía a abrir lentamente. Mientras veía las imágenes mi mente no sabía si debía ordenar a mis músculos que giraran mi cabeza para comprobar el armario o que continuaran obligándose a mirar la pantalla. De pronto, acabó de abrirse la puerta y ví salir una sombra, algo raro de definir pero que me estremeció el alma. Algo que me dejó helado. Y después se apagó la pantalla de nuevo, volviendo al negro infinito, con el reflejo de mi cara clavando mis absortos ojos en ella... y viendo el reflejo del armario a mis espaldas..... con las puertas abiertas.

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