lunes, 13 de febrero de 2012

LA SOMBRA DE MARTA (parte 2)

Sonó el teléfono móvil de empresa que descolgué con mi habitual saludo “Albert Fosch al habla, ¿en que puedo ayudarle?”. Al otro lado de la línea contestó Maria Teresa:

-        - Buenos días señor Albert, ¿le queda mucho para llegar a la visita que habíamos acordado?.
Mi voz se bloqueó mientras mi mente pensaba mil situaciones de confusión, ¿se habrá equivocado de dirección?, ¿Será una broma absurda de mis compañeros para fastidiarme el único día de fiesta del que dispongo? Mientras intentaba poner en orden mi cabeza y lograr contestar cortésmente a la extraña pregunta, mi mirada recorría todos los rincones de la calle por si veía a alguna joven, teléfono en mano, que buscara un portal, sin éxito.
-         Perdone Maria Teresa, lo mismo nos hemos confundido alguno de los dos, ¿Dónde se encuentra usted?.- conseguí responder no sin denotar un tono dubitativo.
-         Albert, disculpe, debí decirle que le esperaba en el rellano del piso. Llegué un poco antes de la hora acordada y cómo vi la portería abierta decidí curiosear la escalera. Ahora mismo me encuentro delante de la puerta de la vivienda, que por cierto se encuentra también abierta y pensé que usted se me había adelantado.- escuché con atención mientras mi mano nerviosa trataba de encontrar la llave del portal.
-         No, por Dios, disculpe usted Maria Teresa, ahora mismo subo. Pero mientras tanto, no entre en el domicilio, espere en el rellano. La puerta no debería estar abierta…- dejé la frase en el aire y colgué la llamada para centrarme en abrir el portal que se resistía a la llave.

Más por fuerza que por maña y a punto de romper la llave, cedió la cerradura y me adentre escaleras arriba, corriendo, por no perder tiempo esperando al ascensor. Reparé en que el cubículo del portero se encontraba vacío. Desconocía si habían sustituido al anterior por lo que no me preocupé en demasía. El piso en cuestión, tercero de altura, se encontraba encarado al noreste, y a través de los ventanales del rellano una luz intensa deslumbraba los suelos enmoquetados y las paredes revestidas del pasillo. Al llegar a la puerta del 3ºC, nadie. Ni rastro de Maria Teresa. Eso sí, la puerta estaba abierta, como había dicho. Pensé que esto no me podía estar pasando a mí. Para una dichosa venta que, con un poco de suerte, iba a salvarme el mes económicamente, se me estaba complicando por momentos. No sé si valoré todas y cada una de las posibilidades que tenía, lo que sí sé es que debía salir al paso fuera como fuera, encontrara lo que encontrara en el interior. Mientras cruzaba el umbral rezaba plegarias mentales para que Maria Teresa estuviera dentro, a ser posible sola y dispuesta a firmar un preacuerdo de venta…
CONTINUARÁ….

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