miércoles, 15 de febrero de 2012

LA SOMBRA DE MARTA (parte 3)

La puerta se cerró justo detrás de mí con un movimiento rápido. El ruido al cerrarse sonó como un disparo a corta distancia e instintivamente mi cuerpo reaccionó haciendo “la tortuga”, es decir, encogiéndome de cuello hacia abajo, flexionando mis rodillas y agazapando los brazos como si quisiera esconder mis partes vitales en un caparazón imaginario.
-         ¡Albert!, ¿se ha asustado?, no debí abrir la ventana. La corriente estuvo a punto de romper la puerta al cerrarse. Lo siento.
La voz, angelical, más suave e hipnótica de lo que recordaba telefónicamente me hizo girar la cabeza hacia el salón, y entonces la vi, por primera vez, ante una ventana abierta que dejaba entrar la brisa haciendo que su vestido de hilo blanco se moviera, despacio, como bailando al son de una música celestial. Su cuerpo se dibujaba a tras luz, cada una de sus curvas, de sus preciosas curvas. No me hubiera imaginado a Maria Teresa de esa manera por mucho que mi retorcida y lujuriosa mente se hubiera esforzado, pero la verdad es que en ese momento era como estar presenciando su cuerpo desnudo, pidiéndome a gritos que lo abrazar, que lo tocara, que le diera amor por cada uno de sus poros.

-         ¿Se encuentra bien? Solo ha sido un descuido, aunque entiendo que se haya asustado.- mientras yo salía de mi entonación amorosa ella se había acercado hasta mí y me tendía su brazo para que volviera a incorporarme sacando mi cuerpo de esa coraza protectora invisible.
-         Todo bien, señora Maria Teresa, disculpe el malentendido y esta cobarde reacción, pero hoy parece que me he levantado con el pie izquierdo.- me excuse mientras intentaba aderezarme mi camisa sin corbata, mis vaqueros slim y a continuación dedicarle una de mis sonrisas de conquistador que tan buen resultado me habían dado en algunas ventas.
-         ¡Por Dios Albert, no me llames señora! No habíamos tenido la oportunidad de presentarnos formalmente, soy Mayte.- dijo acercando su cara a mi rostro y acariciando suavemente mis mejillas con sus labios para darme un par de besos que noquearon los pocos sentidos que aún no deseaban sexo.

Justo instantes después del intercambio de besos, me obligué a centrarme ya que estaba notando que mi lado salvaje se abría paso a empujones para salir al exterior.
-         Está bien, Mayte. Lo primero de todo, voy a comprobar porqué la puerta estaba abierta y voy a mirar que todo este en orden para comenzar la visita, ¿ha visto entrar o salir alguien del piso mientras esperaba? ¿ Ha visto algo más del piso que el salón?.- decía mientras  mis manos  hacian gestos para indicarle que se mantuviera a la espera en el salón y mis pies me llevaban al distribuidor para comprobar que no estuviera ni el  portero ni la policía ni ningún maleante o lo que sería peor, un ocupa que hubiera aprovechado la situación vacía del inmueble para vivir como los reyes.

Saqué la cabeza por la puerta del distribuidor principal y divisé el pasillo en toda su longitud. A primera vista no se veía nada fuera de lo normal. Válgase decir que yo no conocía el piso más que en fotografías, las que realizó mi jefe concienzudamente para que ningún vendedor tuviera que pasar por la vivienda si no fuera estrictamente necesario y sólo con su previo aviso y autorización. Escuché como Mayte me contestaba desde el otro lado del salón principal que no había pasado de esa estancia, que solo había llegado hasta la ventana para observar las vistas, y que no, no había visto a nadie entrar o salir.
Perdí de vista el salón y me adentre en el pasillo. Cabe decir que los 310 metros cuadrados de vivienda escondían muchos rincones, pero tenía fe que lo de la puerta sólo fuera una casualidad, un descuido de otro vendedor o del portero o de alguien que hubiera venido con anterioridad. A medio pasillo el distribuidor daba paso a dos estancias, cocina y baño de cortesía. Abrí ambas puertas, encendí los interruptores y se iluminaron los techos de ambas. El baño lo repasé sin tener que entrar, unos 15 metros cuadrados que albergaban lavamanos de diseño en cristal de bohemia, cabina para el retrete, baúl de baño decorado con motivos marítimos y un gran armario blanco de madera de abedul con detalles en color azul turquesa y puertas biseladas con cortinas interiores. A parte de eso, nada más.
En la cocina tuve que adentrarme. Estaba dividida en 3 zonas. Kichenette con isla central, comedor y cuarto de colada. En total unos 70 metros cuadrados bien distribuidos. Cuando estaba dispuesto a hacer un movimiento de cu-cu en la puerta del cuarto de colada, llegó desde el comedor un grito. Un grito gutural que puso en alerta cada una de mis neuronas y sacaron fuera cada uno de mis miedos. Medio bloqueado y casi obligado a reaccionar deshice los pasos sobre el suelo de gres de la cocina y volví al parquet del pasillo distribuidor buscando en mis bolsillos el teléfono móvil con desesperación. Se volvió a escuchar otro grito, este más apagado, como el de un último suspiro, como si con él se escapara una vida, y mi cuerpo se negó a continuar. Caí agazapado contra la pared del pasillo y me di cuenta que no llevaba el teléfono móvil encima. Mi mente temblorosa comenzó a emitir fotogramas como mandando mensajes subliminales: el teléfono debió caerse en la entrada cuando me asusté, en el comedor hay alguien más aparte de Mayte, los gritos parecían ser de mujer, no podía quedarme ahí, debía hacer algo, pero no sabía el qué.

CONTINUARÁ…..

No hay comentarios:

Publicar un comentario